¿Dios quiere que seas rico?

Fe, dinero y propósito: una mirada sin tabúes al tema que nadie quiere tocar en la iglesia… pero todos piensan.

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5/11/20253 min leer

Hablar de dinero y Dios en la misma frase incomoda. A muchos les suena a codicia espiritualizada, a evangelio de la prosperidad, o a manipulación. Pero ¿y si lo abordamos con madurez, sin clichés ni extremos? ¿Y si entendemos que Dios no le tiene miedo al dinero, pero sí nos advierte de su poder?

La Biblia no evade el tema. Al contrario: Jesús habló más de dinero que del cielo o del infierno. ¿Por qué? Porque sabía que el dinero toca lo más sensible del ser humano: su libertad, su identidad, su corazón. No porque lo quiera controlar, sino porque quiere que no seamos esclavos de él.

Entonces, ¿es malo querer riqueza? ¿Es pecado anhelar abundancia? ¿O es parte del diseño divino el prosperar?

Vamos por partes.

El dinero no es el problema, es el corazón

1 Timoteo 6:10 dice: “Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males…” Fíjate bien: no dice que el dinero es malo, sino amarlo por encima de todo.
El problema no es tener dinero, sino cuando el dinero te tiene a ti. Cuando tus decisiones, tus amistades, tu identidad y hasta tu fe giran en torno al saldo bancario.

Jesús fue claro: “No se puede servir a dos señores... no podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). No porque el dinero sea el diablo, sino porque compite por el trono del corazón.

Dios no se opone a la riqueza, pero sí te prepara para ella

En Deuteronomio 8:18 dice: “Acuérdate del Señor tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas…”
Dios no maldice la riqueza. La delega. La entrega como una herramienta, no como un ídolo.

Personajes bíblicos como Abraham, David, Salomón o incluso José en Egipto, fueron personas bendecidas con recursos, influencia y capacidad administrativa. Pero todos ellos entendieron algo clave: la riqueza venía con propósito.

¿Qué pasa cuando el dinero tiene propósito?

  • Alimentas a familias.

  • Levantas empresas que bendicen.

  • Patrocinas ministerios.

  • Traes justicia en entornos de desigualdad.

  • Eres libre para servir, dar y construir sin miedo.

El dinero sin propósito es solo ego con brillo. Pero con propósito, se convierte en un canal de milagros.

¿Y si soy pobre, significa que Dios me ha olvidado?

No. El Evangelio no es elitista ni clasista. Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu…” (Mateo 5:3), no para glorificar la escasez, sino para enseñar que nuestra dependencia es de Él, no de lo que poseemos.

Tener poco no te hace menos espiritual. Pero vivir en escasez permanente no debe ser romantizado. Dios no te diseñó para la miseria, sino para la mayordomía. El propósito de Dios incluye fruto, multiplicación y bendición... aunque no siempre sea en forma de carros lujosos y mansiones.

Entonces, ¿está bien querer ser rico?

Sí, si tu motivación está alineada con el Reino.

Proverbios 10:22 dice: “La bendición del Señor es la que enriquece, y no añade tristeza con ella.”
El dinero puede ser una bendición… o una trampa. Puede abrir puertas… o desenfocar tu alma. Todo depende de quién está en el centro de tu vida.

Señales de que la riqueza te está dominando:

  • Tus decisiones giran en torno al dinero, no al propósito.

  • Mides tu valor personal por lo que ganas o tienes.

  • Te cuesta dar con generosidad.

  • Te comparas constantemente con otros.

  • No puedes descansar porque siempre estás “persiguiendo más”.

Cuando el dinero se convierte en tu norte, Dios se convierte en tu excusa. Pero cuando Dios es tu fuente, el dinero es solo una herramienta más para construir lo eterno.

¿Cómo manejar el deseo de riqueza con una perspectiva bíblica?

  1. Busca primero el Reino.
    Mateo 6:33 no es una frase motivacional, es una instrucción de orden: “Busca primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura.” ¿Lo “demás” incluye dinero? Sí. Pero no es lo primero.

  2. Ora por sabiduría financiera.
    No solo por milagros. Dios te quiere responsable, no dependiente de la suerte. Ora por inteligencia, visión, oportunidades éticas y decisiones sabias.

  3. Sé fiel en lo poco.
    “El que es fiel en lo poco, también lo será en lo mucho” (Lucas 16:10). No sueñes con millones si no puedes manejar cientos.

  4. Da con generosidad.
    La riqueza que no fluye, se pudre. Sé canal, no estanque.

  5. Recuerda de dónde viene todo.
    No eres el dueño, eres el administrador. Mientras más arriba llegues, más humildad necesitas.

La riqueza no es un premio espiritual ni una señal de que Dios te ama más. Tampoco la escasez es una cruz obligatoria para demostrar fe.
Ambas pueden ser escenarios de formación, de dependencia y de propósito. Pero lo que cuenta es dónde está tu corazón.

Porque Dios sí quiere bendecirte… pero nunca a costa de perderte.