El Tercer Templo: El misterio del trono de Dios en la Tierra

El Templo de Jerusalén no es solo una reliquia del pasado, sino el epicentro profético del futuro. Mientras el mundo sigue su curso, en Israel ya se preparan los utensilios, vestiduras y planos para el Tercer Templo. La Menorá de oro ya está forjada, y las vacas rojas han nacido. Todo indica que el reloj profético está por marcar su hora final.

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5/14/20254 min leer

Desde tiempos remotos, el deseo de Dios fue habitar en medio de Su pueblo. No de forma simbólica, ni como una idea abstracta, sino real y tangible. Por eso, cuando los israelitas salieron de Egipto y comenzaron su peregrinaje por el desierto, Dios ordenó a Moisés construir el Tabernáculo (Éxodo 25-31), una tienda sagrada donde Él mismo manifestaría su presencia. Fue allí donde comenzó la revelación del mayor misterio: Dios queriendo morar entre los hombres.

Años más tarde, cuando Israel ya se había establecido en la Tierra Prometida, surgió un nuevo deseo: reemplazar la tienda móvil por una casa permanente para el Señor. Fue David quien soñó con edificar el Templo, pero Dios eligió a su hijo Salomón para realizar esta obra sagrada.

El Primer Templo: una réplica celestial

El Primer Templo fue construido alrededor del año 957 a.C. por el rey Salomón, en Jerusalén. Pero no fue una construcción ordinaria. Fue diseñado conforme a las especificaciones que Dios dio, y simbolizaba una réplica terrenal del templo celestial.

En su interior se encontraban artefactos sagrados, cada uno con un propósito específico y profundo:

  • El Arca del Pacto, hecha de madera de acacia y recubierta de oro puro, contenía las Tablas de la Ley (los Diez Mandamientos), una vasija con maná, y la vara de Aarón que floreció. Era el lugar donde Dios se encontraba con el sumo sacerdote. Representaba la presencia misma de Dios.

  • El Propiciatorio, la tapa del arca, con dos querubines de oro que se miraban, era el trono simbólico de Dios en la Tierra.

  • El Altar del Incienso, donde se quemaba incienso perpetuo como símbolo de las oraciones del pueblo.

  • La Mesa de los Panes de la Proposición, con doce panes que representaban a las doce tribus de Israel.

  • La Menorá, el candelabro de siete brazos hecho de oro puro, que ardía día y noche, representando la luz divina y la revelación continua.

  • El Altar de los Holocaustos y la fuente de bronce estaban en el atrio exterior y eran usados para los sacrificios y la purificación.

Cada objeto tenía una carga espiritual profunda. No eran meros utensilios religiosos. Eran parte de un sistema que señalaba al Mesías venidero, Jesucristo, el Cordero perfecto. El sacrificio, la sangre, la luz, el pan, el incienso... todo apuntaba a Él.

La caída y el segundo intento

Lamentablemente, la gloria del Primer Templo fue efímera. La idolatría y la rebeldía del pueblo causaron su destrucción. En el año 586 a.C., el ejército de Babilonia bajo Nabucodonosor invadió Jerusalén, destruyó el templo y llevó cautivo al pueblo.

Años después, un pequeño remanente regresó del exilio. Bajo el liderazgo de Zorobabel, y animados por los profetas Hageo y Zacarías, se reconstruyó el Segundo Templo (aproximadamente en el 516 a.C.). Aunque menos esplendoroso, el profeta Hageo anunció:

“La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera” (Hageo 2:9).

¿Por qué? Porque fue en ese templo donde el mismo Hijo de Dios, Jesucristo, caminaría. Allí enseñó, sanó, y desafió la hipocresía religiosa. Sin embargo, también profetizó su destrucción:

“¿Veis todo esto? De cierto os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra...” (Mateo 24:2).
Esto se cumplió en el año 70 d.C., cuando Tito, general romano, arrasó Jerusalén, destruyendo el templo por completo. Desde entonces, no se ha reconstruido.

¿Por qué no se ha edificado el Tercer Templo?

El lugar donde debe ser construido, el Monte Moriah, está hoy ocupado por la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa, los terceros sitios más sagrados del islam. Cualquier intento de construir allí provocaría una guerra global. Este conflicto espiritual, político y religioso ha impedido su reconstrucción.

Sin embargo, la profecía bíblica es clara: el Tercer Templo será reconstruido.

Según 2 Tesalonicenses 2:4, el “hombre de pecado” —el Anticristo— se sentará en ese templo proclamándose dios. Este evento marca la mitad de los 7 años de tribulación (Daniel 9:27), y desencadenará la Gran Tribulación descrita en Apocalipsis.

¿Está cerca la reconstrucción?

Aunque muchos lo ignoran, el Instituto del Templo en Jerusalén lleva décadas trabajando en silencio. Han recreado con exactitud todos los artefactos necesarios para el templo:

  • Las vestiduras sacerdotales del Sumo Sacerdote, bordadas en lino fino y con piedras preciosas.

  • Las copas, incensarios, trompetas de plata, y otros utensilios.

  • La mesa de los panes, el altar del incienso, y el altar de los sacrificios.

Uno de los más impactantes es la Menorá de oro puro, de más de dos metros de alto, hecha según las medidas bíblicas, con más de 40 kilogramos de oro. Actualmente está expuesta públicamente frente al Muro de los Lamentos, resguardada en una vitrina especial, como señal abierta de que el Tercer Templo ya no es un sueño, sino un proyecto real.

Además, ya existen planos arquitectónicos del Templo. Se han entrenado sacerdotes descendientes de Aarón (los kohanim) para el servicio sacerdotal. Se han criado incluso vacas rojas puras (según Números 19) en Israel y Estados Unidos, necesarias para la purificación del santuario.

Todo está listo. Solo falta un detonante: un acuerdo político o espiritual que permita su edificación. Algunos creen que será el Anticristo quien firmará ese pacto.

¿Por qué es importante este templo para el cristianismo?

Para el creyente en Cristo, Jesús es el verdadero templo (Juan 2:19), y cada uno de nosotros es templo del Espíritu Santo. Ya no necesitamos un edificio físico para tener comunión con Dios. Sin embargo, el Tercer Templo es clave en el reloj profético. Su reconstrucción marcará el inicio del cumplimiento literal de las últimas profecías antes de la Segunda Venida de Cristo.

Será el epicentro de los últimos eventos:

  • La aparición del Anticristo.

  • La abominación desoladora.

  • La persecución a los santos.

  • El juicio final a las naciones.

Por eso, la reconstrucción del Tercer Templo no es un asunto solo del judaísmo, sino una señal profética directa para la Iglesia. El reloj está corriendo. Las piezas están en su lugar. Y el mundo se aproxima a una crisis espiritual sin precedentes.