Evangelio Lunes 26 de Mayo de 2025
Un hombre joven pregunta a Jesús cómo heredar la vida eterna, y aunque ha cumplido los mandamientos, Jesús le pide que venda sus bienes y lo siga. Al rechazar la invitación por su apego a las riquezas, Jesús enseña que entrar en el reino de Dios es difícil, pero posible con la gracia divina.
5/26/20255 min leer


Evangelio del día – Lunes 26 de mayo de 2025
Marcos Capítulo 10, Versículos 17 al 27
«Cuando se ponía en camino, un hombre corrió hacia él, se arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?” Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios. Ya conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre.” Él respondió: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.” Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.” Pero él, apesadumbrado por estas palabras, se fue triste, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el reino de Dios!” Los discípulos se sorprendieron por sus palabras. Pero Jesús insistió: “Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios.” Ellos se asombraron aún más y se decían unos a otros: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” Jesús, mirándolos, dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios; porque para Dios todo es posible.”»
Reflexión profunda
El encuentro que transforma
Este pasaje del Evangelio según San Marcos nos presenta a un hombre joven, lleno de entusiasmo, que corre hacia Jesús con una pregunta que quema en su corazón: “¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” No es una pregunta cualquiera; es el anhelo profundo de todo ser humano que busca sentido, plenitud, eternidad. Este joven no es un curioso cualquiera, es alguien que ha vivido rectamente, cumpliendo los mandamientos desde su juventud. Y, sin embargo, siente que le falta algo. ¿Te suena familiar? Tal vez tú también has sentido ese vacío, esa inquietud que no explica la razón, pero que grita en el alma.
El amor en la mirada de Jesús
La respuesta de Jesús es sorprendente. No lo reprende, no le da una lista más larga de tareas. Lo primero que hace es mirarlo y amarlo. “Jesús, mirándolo, lo amó.” Qué poderosa es esta frase. Antes de cualquier exigencia, Jesús ofrece amor. Ese amor que no juzga, que no condena, sino que invita a dar un paso más. Es un recordatorio para nosotros: Dios no nos mira con exigencias frías, sino con un amor que ve más allá de nuestras posesiones, logros o errores. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste amado así, sin condiciones, por el mismo Dios?
La invitación radical
Jesús, con esa mirada de amor, le dice al joven: “Una cosa te falta.” Y lo que le pide no es pequeño: “Vende cuanto tienes, dáselo a los pobres, y ven y sígueme.” No es solo desprenderse de riquezas materiales, es desprenderse de todo lo que ocupa el lugar de Dios en el corazón. Para este joven, sus bienes eran su seguridad, su identidad, su refugio. Jesús no le pide pobreza por pobreza, sino libertad para seguirlo sin ataduras. ¿Qué es eso que te ata hoy? ¿Un sueño, un miedo, una posesión, un rencor? La invitación de Jesús es a soltar, a confiar, a dar el salto hacia una vida donde Él sea suficiente.
La dificultad de soltar
La reacción del joven es humana, dolorosamente humana. Se va triste, porque “tenía muchos bienes.” No lo juzguemos. ¿Quién de nosotros no ha sentido el peso de soltar algo que parece esencial? Jesús, al ver su tristeza, no lo persigue ni lo regaña. Lo deja libre, porque el amor verdadero respeta la libertad. Pero luego, dirigiéndose a sus discípulos, revela una verdad inquietante: “¡Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios!” No porque la riqueza sea mala, sino porque puede convertirse en un ídolo que nos aleja de la confianza total en Dios.
La esperanza en lo imposible
Los discípulos, perplejos, preguntan: “Entonces, ¿quién puede salvarse?” La respuesta de Jesús es un faro de esperanza: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios; porque para Dios todo es posible.” Aquí está el corazón del Evangelio: no se trata de nuestra capacidad para cumplir, para soltar, para ser perfectos. Se trata de la gracia de Dios, que hace posible lo que nosotros no podemos. La salvación no es un logro humano, es un regalo divino. ¿Estás dispuesto a recibirlo, a dejar que Dios haga lo imposible en tu vida?
📖 Lectio Divina paso a paso
1. Lectura (Lectio)
Lee Marcos 10, 17-27 con calma, en voz alta si puedes. Encuentra el texto completo en la descripción de este capítulo. Subraya o anota las frases que resuenen en tu corazón. Por ejemplo: “Jesús, mirándolo, lo amó” o “Para Dios todo es posible.”
Pregúntate:
¿Qué siento al imaginar la mirada amorosa de Jesús sobre mí?
¿Hay algo en mi vida que me cuesta soltar para seguirlo más de cerca?
2. Meditación (Meditatio)
Reflexiona en la pregunta del joven: “¿Qué debo hacer?” ¿Qué significa para ti “heredar la vida eterna”?
Piensa en la invitación de Jesús: “Ven y sígueme.” ¿Qué te está pidiendo soltar hoy? ¿Es un apego material, emocional, o incluso una idea de quién eres?
Imagina a Jesús mirándote con amor y diciéndote: “Confía, yo haré posible lo que parece imposible.”
3. Oración (Oratio)
Haz una oración espontánea como esta:
“Jesús, gracias por mirarme con amor, incluso cuando me aferro a lo que me pesa. Ayúdame a soltar lo que me aleja de ti. Dame la valentía de seguirte sin mirar atrás. Quiero confiar en que, contigo, todo es posible.”
4. Contemplación (Contemplatio)
Quédate en silencio, repitiendo en tu corazón: “Para Dios todo es posible.”
Deja que esta verdad disuelva tus miedos, tus dudas, tus “imposibles.” Siente la libertad de saber que no dependes de tus fuerzas, sino de la gracia de Dios.
5. Acción (Actio)
Hoy, identifica una cosa, por pequeña que sea, que puedas “soltar” para acercarte más a Jesús. Tal vez es un resentimiento, un objeto que acumulas sin necesidad, o un hábito que no te edifica.
Escribe una breve oración de agradecimiento por una vez que Dios hizo posible algo que parecía imposible en tu vida.
Comparte con alguien esta esperanza: “No hay nada imposible para Dios.”
Frase para el día
“Jesús, que tu mirada de amor me dé la fuerza para soltar lo que me pesa y seguirte con un corazón libre.”
Que este día esté lleno de la certeza de que Dios te ama y hace posible lo imposible. Camina con la libertad de quien sabe que no está solo.