La paradoja del éxito: ¿Qué pasa si lo logras todo y sigues vacío?

De poco sirve escalar la montaña si al llegar a la cima descubres que subiste la equivocada.

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5/11/20253 min leer

Vivimos en una cultura donde el éxito se mide por números: seguidores, ceros en la cuenta bancaria, metros cuadrados del apartamento. Y no es que estas cosas estén mal. De hecho, son buenas herramientas, pero pésimos amos. Porque cuando tu identidad se amarra al resultado, cada fracaso te quiebra y cada victoria te deja con hambre de más.

¿Te ha pasado? Logras algo que soñabas, lo celebras un par de días... y luego ese vacío incómodo regresa. ¿Qué es eso? ¿Por qué, incluso después de conseguir "todo", sientes que algo te falta? La Biblia lo dice sin rodeos: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” (Marcos 8:36).

El alma olvidada

En la carrera por lograrlo todo, solemos dejar a un lado lo más importante: nuestra alma. La cuidamos poco, la alimentamos con lo que sobra y la llevamos al límite como si fuera inmortal. Pero cuando el alma está descuidada, nada exterior basta. Ni likes, ni títulos, ni relaciones.

Dios no está peleado con tus sueños. De hecho, Él es el mayor soñador. Pero su orden de prioridades es claro: primero tu corazón, luego tu propósito, y entonces sí… el resto. No es que quiera quitarte cosas; quiere darte cosas que no te rompan cuando las tengas.

¿Éxito a la manera de Dios?

José (el de la túnica, no el papá de Jesús) tuvo poder, fama, dinero, e influencia. Pero nada de eso llegó de la noche a la mañana. Fue vendido, traicionado, olvidado. Y en cada estación, eligió honrar a Dios. Su éxito no fue solo externo, fue interno. La Biblia dice: “El Señor estaba con José, y por eso tenía éxito en todo lo que hacía” (Génesis 39:2).

Dios no bendice el atajo, bendice el proceso. Porque el proceso forma carácter, y el carácter te sostiene cuando el escenario se enciende.

El riesgo de compararse

Uno de los grandes ladrones del gozo es la comparación. Ves a alguien en redes viajando, comprando, celebrando… y tú sientes que vas tarde. Pero no conoces el detrás de cámara. Muchos tienen una vida envidiable para Instagram, pero una fe quebrada en privado.

El apóstol Pablo dijo algo revolucionario: “He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación” (Filipenses 4:11). Eso es éxito real: poder estar bien cuando tienes mucho y cuando tienes poco. Porque tu centro no está en lo que haces, sino en quién eres… y en quién te sostiene.

Redefinir el éxito

¿Qué pasaría si redefinieras el éxito como ser fiel a lo que Dios puso en tus manos hoy? No mañana, no cuando llegues a la meta, sino ahora. Jesús vivió 30 años en anonimato y solo 3 en “ministerio”. ¿Eso hace su vida menos exitosa? Para nada. Su éxito fue obedecer, no impresionar.

Haz bien lo que tienes hoy. Cuida tu familia, trabaja con integridad, ama sin agenda oculta. Si lo haces con excelencia, ya estás en la cima correcta.

Claves para un éxito con propósito

  1. Chequea tus motivaciones. Pregúntate: ¿quiero esto para validarme o para servir?

  2. Recuerda que Dios ve el corazón. A veces Él te oculta para protegerte, no para castigarte.

  3. No corras solo. El éxito es más dulce cuando se comparte.

  4. Agradece en el proceso. La gratitud transforma lo que tienes en suficiente.

  5. Haz espacio para Dios en tu agenda. Sin Él, todo lo demás pierde sabor.

El verdadero éxito no es tenerlo todo, es no necesitarlo todo para estar en paz. Porque cuando tu alma descansa en Dios, no hay cima que te maree ni caída que te destruya.

La próxima vez que mires tus metas, pregúntate: “¿Esto me acerca a Dios o me aleja de mí mismo?” Porque si pierdes tu alma en el camino, ningún trofeo vale la pena.