¿Y si la empatía fuera el milagro que el mundo necesita?
Ponerse en los zapatos del otro no es debilidad: es el idioma que más se parece al amor de Dios.
LECTURAS
Encasados
5/11/20253 min leer


En un mundo que corre deprisa, que juzga en segundos y que responde con memes antes que con compasión, la empatía parece haber quedado guardada en algún rincón del corazón humano. Pero Jesús —el mismo que sanaba enfermos y multiplicaba panes— también practicó una clase de empatía tan profunda que sigue rompiendo esquemas siglos después.
La empatía no es solo “ser buena gente”. Es una decisión activa de detenerse, mirar con los ojos del otro, y amar con el corazón de Dios. No es un acto de psicología barata ni una estrategia para caerle bien a todos. Es un reflejo del carácter de Cristo.
¿Qué es realmente la empatía?
No es sentir lástima, ni decir “ay pobrecito” y seguir tu camino. Es reconocer el dolor del otro como válido, aun si tú no lo entiendes del todo. Es llorar con los que lloran (Romanos 12:15), aunque no compartas sus razones.
Es como cuando Jesús, frente a la tumba de Lázaro, lloró. Y eso que sabía que lo iba a resucitar minutos después (Juan 11:35). ¿Por qué lloró? Porque entendió el dolor de los que amaban a Lázaro. Porque Dios no está tan ocupado como para no detenerse a sentir contigo.
¿Por qué nos cuesta tanto ser empáticos?
Porque estamos centrados en lo nuestro.
Vivimos tan ocupados en nuestros problemas, metas, estrés y pantallas, que ver al otro se vuelve un lujo. Pero la empatía no es algo que das cuando te sobra tiempo, es parte de tu llamado.Porque juzgamos antes de escuchar.
Pensamos: “Si yo pude, él también puede.” O “eso le pasa por…” Y ese juicio automático mata la compasión antes de que nazca.Porque nos da miedo sentir.
Nos hemos hecho fuertes para no rompernos. Pero el corazón de carne que Dios nos da (Ezequiel 36:26) es un corazón que se conmueve, que se expone, que elige conectar en lugar de huir.
La empatía es poderosa porque:
Rompe barreras. Te permite entender realidades distintas a la tuya: culturas, historias, pasados rotos, decisiones equivocadas.
Cura heridas. A veces, una mirada sin juicio sana más que mil versículos lanzados como piedras.
Acerca a Dios. Cuando otros ven que tú los amas sin condiciones, se preguntan qué fuerza interna te mueve… y ahí aparece Jesús.
Jesús fue el mayor ejemplo de empatía
Tocó leprosos que nadie quería tocar.
Se sentó a comer con gente que todos rechazaban.
Defendió a una mujer a punto de ser apedreada.
Lloró, escuchó, abrazó, esperó.
Y lo más fuerte: se hizo humano. Filipenses 2:7 dice que “se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres.” ¿No es eso empatía máxima? No solo quiso entendernos desde el cielo, vino a vivirlo en carne propia.
¿Cómo practicamos una empatía bíblica?
Escucha sin interrumpir.
No todo necesita una respuesta. A veces el silencio empático es más poderoso que mil consejos mal puestos.Deja de competir por quién sufre más.
Cuando alguien te cuenta algo difícil, no respondas con tu historia para demostrar que tú lo pasaste peor. Solo acompaña.Ora por discernimiento.
Pídele a Dios que te muestre cómo acompañar al otro sin invadir. Empatía no es meterte donde no te llaman, es estar listo cuando te necesiten.Haz preguntas que abren el alma.
En lugar de juzgar, pregunta: “¿Cómo te sientes con eso?”, “¿Qué necesitas hoy?”, “¿Quieres que oremos juntos?”. Esas preguntas abren puertas que el juicio cierra.Abandona el sarcasmo como defensa.
No todo es chiste. A veces usamos el humor para evitar conectar. Pero Jesús nunca hizo chistes del dolor de otros. Y nosotros, si queremos parecernos a Él, tampoco deberíamos.
La empatía no te debilita, te humaniza
Te hace sensible, sí, pero no débil. Te hace profundo. Te conecta. Y en una era de filtros y frases vacías, ser genuino es revolucionario.
El mundo necesita más personas que pregunten de verdad “¿cómo estás?”, y que no se asusten si la respuesta es larga o incómoda.
Cuando somos empáticos, el amor se vuelve tangible
Jesús dijo: “En esto conocerán que son mis discípulos: si se aman los unos a los otros” (Juan 13:35). Y el amor, si no se expresa en empatía práctica, se queda en teoría.
Escuchar, cuidar, acompañar, llorar juntos, sostener la fe de quien no puede orar... eso es amar como Él ama.
La empatía no es moda, ni estrategia social. Es una expresión profunda del Reino de Dios. Porque el que ama, siente. El que sigue a Jesús, escucha. El que entiende su gracia, no juzga tan rápido.
Y tú, ¿a quién necesitas mirar hoy con ojos de empatía?